martes, 8 de mayo de 2012

Primavera que no llega...


Llega la primavera y la sangre altera. Aquí, en Madrid, de alterados nada. Estas lluvias y este maldito frío en pleno mayo no recuerdan ni a flores ni a vestiditos por encima de la rodilla. Mientras escribo estas líneas, llevo botas, camisa de manga larga y una chaqueta de la que en invierno hice buen uso. Y ahora, en mayo, también. Tanta sequía de las que nos quejábamos y mira. ¿No quieres sopa? Pues toma dos cazos. El obligatorio catarro es lo de menos. Lo de más es el sol, que brilla por su ausencia. Como no mejore el tiempo de aquí a una semana me mudo al desierto de Gobi.
A todo esto… ¿Por qué necesitamos que aparezca ya el Sol cuando en otoño nos moríamos por un soplo de aire fresco? El archiconocido reloj biológico se encarga de ello. Como comenta la revista on-line Muy Interesante (http://www.muyinteresante.es/la-primavera-altera-el-reloj-biologico), cuando llega la estación de las flores nos sentimos más optimistas y enérgicos. Un equipo de investigación de Reino Unido ha descubierto una serie de genes que determinan nuestro tic-tac interno: el EYA3 y el TAC1, que se activan en los meses en los que los días son más largos. Estos genes tienen consecuencias en nuestro estado de ánimo por la concentración de algunas hormonas. Eso lo saben muuuuuuy bien los firguenses. ¿Cuántas veces no ha deseado mandar la panza de burro a hacer gárgaras a Londres o a Moscú? Llega un momento en el que necesitamos que esas hormonas fluyan de una vez por el cuerpo, que ya está bien de tanto cielo gris.
Estos mecanismos de alegría primaveral son comunes a mamíferos y aves, lo que da a entender una estrecha relación entre ambos. Por tanto, estos procesos han sobrevivido, como mínimo, 300 millones de años, premiados en cada generación por la caprichosa selección natural.
Pasemos a las compañeras voladoras que ya nombramos: las aves. ¿Por qué los pájaros cantan más en primavera? Según un estudio de la Universidad de Oxford, la responsable es una molécula sensible a la luz situada en el hipotálamo de los pajarillos. Cuando dicha molécula se activa por la incidencia de más luz ambiental, el logotipo twittero sabe que ya es hora de buscar pareja, por lo que inicia el rito amoroso de los cantares. Comienzan a ligar en la estación multicolor para garantizar una mayor cantidad de alimento cuando nazcan las crías. Lo mismo les ocurre a las ovejas, pero en otoño. En ese momento los machos aumentan el número de espermatozoides y las hembras se vuelven más fértiles. ¿Por qué en otoño? Para parir en primavera.
Y si los pájaros saben cuándo se tienen que ir de ligoteo, ¿cómo saben las flores cuándo deben salir para deleite humano? Por un mecanismo de memoria. Como lo oyen, memoria vegetal, por lo visto. Las células de la planta “saben” que han pasado un período invernal porque el gen LFC se ha dedicado a impedir el crecimiento de las flores. Cuando este gen es silenciado, que coincide con la llegada de la primavera, las flores vuelven a cubrir el campo. Es de suma importancia que el gen LFC no se equivoque, ya que un fallo de calendario puede resultar catastrófico para el proceso de polinización.
Dejando sensación de alegría, flores y pajarillos a un lado (ya que, si no, esto corre peligro de parecerse al cuento de Blancanieves), vayamos a lo que sieeempre pensamos que trae la primavera: sangre alterada, sexo por doquier. Pues algo tiene de cierto, sí señor. Cuando aumentan las horas de Sol, nos vemos más expuestos a sus rayos y, en consecuencia, tenemos mayor concentración de vitamina D. Según un estudio de la Universidad Médica de Graz (en Austria), los hombres que presentaban mayores niveles de esta vitamina en la sangre contenían también mayores niveles de testosterona, lo que deriva en un incremento de la líbido. Pues sí, al final la primavera la sangre altera de verdad de la buena. Prometo buscar algún estudio sobre las consecuencias sexuales en las féminas en el cambio de estación. Aunque…bueno, esto son elucubraciones mías, pero… me parecería absurdo que los hombres se pusieran como locos en primavera y las mujeres respondieran con apatía. Además, ambos sexos sintetizamos vitamina D con la exposición al Sol, así que… fiesta primaveral…
Después de hablar de todo este rollito de sol y hormonas, tengo los ánimos más bajos que cuando empecé a escribir. Mis pies piden sandalias, mis brazos piden mangas cortas… Pero, hasta ahora, Madrid se niega a espantar las nubes del cielo. Quizá solo faltan unos días para que salga el sol… y espero que me pille reivindicando mis derechos en la plaza.

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