sábado, 21 de abril de 2012

Sana y fuerte


“Bebe mucha leche para que crezcas sana y fuerte”, me decía mi abuela. Caso le hice. Sana y fuerte crecí. Delgadilla, pero fuerte. Y no se puede decir que sea por no comer. Leche y de todo lo demás. Como más que mi chico, de unos 25 kilos más que yo, y no soy capaz de engordar un solo gramo. Lo de los metabolismos es todo un mundo, y el mío va a velocidad de vértigo.
Proceso de degradación de la lactosa (glucólisis)
El caso, la leche. Los occidentalitos seguimos bebiéndola tan ricamente en la edad adulta. Sin embargo, no es lo habitual. El ser humano pierde la capacidad de producir lactasa (que es la enzima que nos permite degradar la lactosa en azúcares de más fácil digestión) con el paso de los años. Entra dentro de toda lógica. Necesitamos la lactasa para poder digerir la leche materna cuando somos bebés. Pero cuando crecemos, ¿de qué nos serviría seguir malgastando energía produciendo una enzima inútil? Esa es la pregunta que se hizo la señorita Evolución, tras la que decidió favorecer a aquellos que solo la sintetizaban en la niñez.
Pero ya le vale, podría la leche materna tener un azúcar un poquito menos complejo y no tener la necesidad siquiera de producir lactasa en la época de lactancia. En cambio, se empeñó en dejar ilesa una enzima dificilísima de digerir. ¿Por qué? La teoría de Marvin Harris en su obra Nuestra especie, es que, aunque dé la puñeta, la lactosa aporta más beneficios que dolores de cabeza. Dentro de lo malo, lo mejor.
La lactosa ayuda a los bebés a incorporar el calcio en los huesos, un calcio que, evidentemente, viene de la leche materna. Cuando uno se hace mayor, ese calcio podemos absorberlo de vegetales de hoja verde, por ejemplo. Además, a los adultos también nos ayuda la vitamina D, que ingerimos en algunos pescados y sintetizamos al recibir radiación solar, a fijar el calcio en los huesos. Es decir, nosotros tenemos herramientas para fomentar la absorción de calcio cuando dejamos atrás la tierna infancia. Pero los bebés solo cuentan con la lactosa, que, a pesar de lo indigesta que pueda ser, nos ayuda a crecer sanos y fuertes. Como manda mi abuela. 

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