miércoles, 11 de abril de 2012

Bonito orden

Cuando Darwin planteó la teoría de la evolución, comenzaron a proliferar las caricaturas que lo representaban como un mono. Lo retrataban con cabeza humana y cuerpo de simio para dar a entender que se trataba de un completo idiota. El que ríe el último ríe mejor, eso está claro. Y más cuando la ciencia te da la razón y la historia pone a las infamias facilonas en su sitio. Sin embargo, aquellos burdos dibujos, daban una idea de lo que realmente somos: primates.
Carl Linneo
Linneo fue el primero que definió el orden de los primates en 1758. Pero no fue el único. Mivart, nacido en Francia en 1827 y autor de varios artículos donde afirmaba que la ciencia podía tener razones para contradecir a la religión en determinados aspectos (lo que le hizo ganar una excomunión como la copa de un pino); en fin, este tío rebelde ya definía en 1873 a los primates. Sus palabras son las que siguen: [los primates son] “mamíferos placentarios, ungulados, con clavícula, órbitas totalmente rodeadas de hueso, tres tipos de dientes al menos durante un período de su vida, cerebro siempre con un lóbulo posterior y una cisura longitudinal, dedo más interno oponible al menos en una de las extremidades y siempre bien desarrollado, dedo gordo del pie con uña plana, pene colgante y testículos incluidos en el saco del escroto, siempre dos mamas pectorales.” Hala, se ha quedado a gusto el hombre con tantos detalles. Demasiados, seguro, para algunos. El caso es que nosotros entramos dentro de todo este batiburrillo de características.
No obstante, aun juntando toda esta serie de peculiaridades, nos quedamos cortos. Tal como señala Brunetto Chiarelli en la obra Para entender la antropología biológica, “una definición tan compleja es insuficiente en la medida en que muchas de estas características son comunes a los otros órdenes de mamíferos”. Así que, después de todo, necesitamos más detalles para diferenciar a los primates del resto de mamíferos. Vamos allá.En primer lugar, la mayoría de los primates son arborícoras (que viven en los árboles, vamos), excepto los babuinos, algunos macacos y el hombre, que generalmente vive con los pies en el suelo. Menos alguno que yo me sé, porque eso de pedir a la ciudadanía cada vez más por menos solo se le ocurre a alguien que no tenga los pies firmemente anclados en tierra firme. Milagros a la religión, que nuestro bolsillo no da para más. En fin, sigamos.
Todos los primates, excepto el hombre, andan sobre las cuatro extremidades, pero el modo de vida arborícola ha hecho que existan grandes diferencias entre las superiores y las inferiores. Estas últimas tienen un papel principalmente de apoyo, mientras que las superiores pueden servir para agarrar y manipular alimentos y objetos.
Gorila
En tercer lugar está la cola. La traseeeera, diiiigo, ya que en muchos se conserva como forma de mantener el equilibrio o con función prensil. En otros casos la cola está reducida o ausente. El ser humano, por ejemplo, no tiene cola, como tampoco tienen los orangutanes o los gorilas.
Respecto a las extremidades o miembros, los primates hemos desarrollado una movilidad excepcional. Además, nuestros dedos pueden moverse de forma independiente al resto del brazo o de la pierna. De hecho, a muchos de mis amigos les fascina ver que puedo poner mi dedo pulgar del pie en 90º con respecto al suelo. Cosa que un perro, por ejemplo, no puede hacer. Las garras puntiagudas que muchos otros mamíferos han desarrollado, los primates las hemos sustituido por uñas planas, lo que nos ha permitido tener una mayor sensibilidad en la última falange de los dedos. Nosotros, por ejemplo, no tenemos que meter la mano entera en un vaso para notar que está frío o caliente, con poner la yema del dedo nos vale. Aunque esto no baste para que muchos nos quememos toda la palma al sacar el café del microondas, pero bueno.
La mayor parte de los primates somos omnívoros, que quiere decir que comemos lo primero que trinquemos, ya sea planta o animal. En la variedad está el gusto. Nuestra dentición, por tanto, está poco especializada. No tenemos ni los molares súper desarrollados como los herbívoros ni los caninos como los carnívoros. De hecho, tenemos menos dientes. Hemos pasado de los 44 a los 32 ó 36. También tenemos una menor capacidad olfativa que la mayoría de los mamíferos, aunque, por otra parte, tenemos mejor visión. Bueno, algunos, porque yo, con estas gafas que la miopía me ha mandado cargar sobre la nariz, no cuento.
Existen otras muchas características que podemos tratar sobre los primates. En conjunto, constituimos un bonito orden dentro de la clasificación de Lineo. Seguiremos charlando sobre el asunto en la próxima sección de Biología para mis primates ciegos.

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