miércoles, 11 de abril de 2012

Poca prole... Y mejor así

Cada día aprendes una cosa nueva, oye. El otro día supe, por fin, la respuesta a una de esas preguntas existenciales que te vienen a la mente una y otra vez pero que no sabes exactamente a quién preguntarle para calmar tu curiosidad. Es una de esas tonterías del tipo “Si en un futuro existieran las máquinas del tiempo, ¿cómo es que no hemos visto nunca a nadie que venga de futuro?”. Pues eso, pero algo más antropológico. Yo quería saber por qué cada vez, según dicen, tenemos menos dientes. Además, y relacionado con esto, quería entender la supuesta mayor adaptabilidad de los que no tienen las muelas del juicio (o terceros molares, para ser más precisos).
Comparación de perfil humano y gorila
“Es que los que no tienen muelas del juicio están más evolucionados”, había oído. Entonces, ¿todos los demás somos imbéciles, evolutivamente retrasados? Pues no, me explicó una chica de clase (que resultó ser odontóloga), lo único que ocurre es que esas personas no tendrán problemas de espacio en su dentadura para hacer hueco a un par de muelas de más. ¿Y por qué? Porque nuestro morro, hocico o careto, como queramos llamarlo, está mucho más retraído que el de el resto de monos.
Eso explica lo que el otro día comentaba de la pérdida de dientes en los primates, de 44 a 32 ó 36. Al tener una dentadura menor, nuestro perfil será mucho más vertical. Y nos habíamos quedado por ahí, hablando de las características que teníamos los primates y lo que nos diferencia de los demás mamíferos. Pues vamos a seguir. Otro de los rasgos diferenciadores de los primates es el encéfalo, más desarrollado y, por tanto, con mayor volumen, especialmente las áreas motoras. Esto se debe a la mayor complejidad necesaria para controlar una musculatura que tiene que coordinarse eficazmente para la vida en los árboles. En consecuencia, aumenta la posibilidad de realizar movimientos complejos con las extremidades superiores. De este modo, podemos manejar herramientas como una piedra para partir una nuez o el ordenador para escribir esta sección.
Una orangután y su cría
La vida arborícola de la mayoría de estos animales tiene, sin embargo, una desventaja. Y es que a ver quién es el guapo que transporta a una banda de crías de rama en rama. Por eso los primates tendemos a reducir el número de descendientes si nos comparamos con otros mamíferos. Aunque…bueno, una desventaja… Todo depende del punto de vista. Imagínense que los seres humanos tuviéramos una camada de 5 crías por embarazo. Si ya somos una plaga insostenible en este planeta, ¿qué ocurriría entonces? Pues como ya he dicho en otras ocasiones, moriríamos como cualquier plaga de langostas al no encontrar campos que destrozar tras asolarlos con hambre devoradora. Porque no se crea usted que nosotros, los sapiens, hemos racionalizado los recursos más que una plaga de langostas. En fin, insectos y primates, todos somos animalitos al final…
Pero el hecho de que tengamos solo una cría tiene consecuencias muy importantes para el proceso de la evolución humana. Que la madre ponga toda su energía en una sola cría refuerza la relación entre ambas, ya que, si la cría muere, la progenitora habrá perdido muchísimo tiempo, energía y comida en ese intento fallido de mantener sus genes vivos para la posteridad. Esta estrecha relación influye de forma notable en los procesos de socialización y aprendizaje, ya que la mamá primate tiene más tiempo para dedicar a la enseñanza de esa única cría. Luego, ésta irá al colegio, después al instituto y a la universidad. Y cuando menos se lo espere estará en medio del mundo laboral, con muchos conocimientos y contratos basura hasta los 30. Mejor sigamos con los primates…
En general, vivimos bastantes años. Y ya no hablo del ser humano que vive en España hoy, que vivimos el triple (si no el cuádruple) que cualquiera de nuestros ancestros. Me refiero al sapiens en sus inicios, ya que vivir 30 años es una vida considerablemente amplia si la comparamos con la de un perro o un león. La vida postnatal de los primates en general  es larga. Pero es normal; si mamá nos brinda todo su amor, sus cuidados y su enseñanza a nosotros solos, evidentemente nuestra esperanza de vida es mayor que si tuviéramos que compartir todo eso con 7 criaturas de nuestra misma edad y con nuestras mismas necesidades.
Las particularidades físicas de las que hemos hablado son observables tanto en primates vivos como en los fósiles, ya que, como comenta Brunetto Chiarelli en la obra Para comprender la Antropología Biológica, “[en los primates fósiles] la mayor parte de las características particulares o de las transformaciones del esqueleto están presentes.”
Estoy leyendo un libro titulado Límite, del mismo autor de El quinto día, mi libro favorito. Uno de los personajes dice en un momento dado “¡Primates! Yo no nací ayer, ¿de acuerdo? A mí no podéis atraerme mostrándome una zanahoria.” Este estúpido comentario viene de un personaje igual de estúpido. Porque no quiero creer que uno de mis autores favoritos use la palabra primate de forma despectiva sin saber que los humanos somos parte de ese maravilloso orden. Quizá de manera ingenua, quiero seguir aferrándome a que el escritor (de nombre impronunciable, por cierto) conocía el significado de lo que es, realmente, ser primate. 

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