martes, 17 de abril de 2012

Jumanji

Hay mucha gente que teme a los mosquitos. El zumbido característico hace temblar a los pobres sufridores del insomnio. La picazón que dejan tras su breve visita es irritante, insistente, machacona. Yo les tengo un particular miedo irracional desde que mi estancia en Madrid me permitió, desgraciadamente, presenciar una especie cuyas dimensiones superan en mucho mis peores pesadillas. Como si estuviera en una partida de Jumanji, los mosquitos gigantes me queman los nervios convirtiéndolos en pánico. El zumbido es mucho mayor que el de un mosquito normal, y su presencia lo supera en 10 ó 15 veces. Es horripilante. Sin embargo, no pican. Su estancia en mi habitación no provocará daño físico alguno en mi piel (en mi psique otro gallo canta).
Mimivirus cerrado y abierto al traspasar su información génica a  otra célula.
No ocurre igual con los virus. Se han encontrado virus gigantes, con unas proporciones mucho mayores de lo que en principio se creía lógico para este tipo de vida. Es como si de repente encontrásemos un humano del tamaño de una ballena. ¿Chocante, no? Pues exactamente lo mismo les ocurrió a los que encontraron estos virus.
En 1992, como comenta la revista Investigación y Ciencia de enero de este año, Timothy Robotham, microbiólogo de Salud Pública de Leeds, se puso a buscar al responsable de un brote de neumonía. Encontró unas células del tamaño de bacterias, por lo que supuso que eran bacterias. Además, había en su exterior algunos indicios bioquímicos que llevaban a esa misma conclusión. Cuál fue su sorpresa cuando no se morían con el método genérico para bacterias. Como si pusiéramos veneno para ratas en el jardín y las ratas se lo comieran y siguieran tranquilamente su camino. Llegaríamos entonces a una de estas teorías: a) las ratas han desarrollado una forma de inmunidad al veneno; o b) no son ratas.
Y resulta que no eran ratas, es decir, bacterias. Eran virus, un modo de vida que generalmente tiene un tamaño minúsculo si se le compara con otras células. En 2003 por fin se le puso nombre al gigante: Acanthamoeba polyphaga mimivirus.
Además de un tamaño externo mucho mayor que el de muchos de sus compañeros víricos, este megavirus, que comparte su gigantismo con algunos descubiertos en años posteriores, tiene un genoma mucho mayor que el de un virus normal. Si lo comparamos con el genoma de una bacteria chiquitina que se llama Mycoplasma genitalum, una bacteria parasitaria que vive en el tracto genital y respiratorio de los primates (de ahí su nombre); repito, si comparamos el de mimivirus con el de genitalum, observamos que mientras el primero codifica la friolera de 1018 genes, la segunda solo lo hace con 482.
Es decir, si nosotros fuéramos bacterias y las hormigas fueran virus, el hallazgo es equivalente a encontrar una hormiga del tamaño de Pau Gasol y con un una capacidad mayor que la humana para resolver problemas (salvando las distancias entre los genes y el cerebro, claro está, solo es un ejemplo visual). Imagínense la sorpresa de los investigadores.
Virus bacteriófago
Pero…espera. ¿Genoma? ¿Virus? ¿Bacterias? ¿Qué era todo eso? Recordemos conceptos básicos para los que siempre quedan rezagados. El genoma es el conjunto de información genética que tiene un organismo, que para entendernos son las instrucciones que tiene un ser vivo (ya sea una célula o un organismo pluricelular) para crearse a sí mismo. Todo ser vivo tiene esa información, que puede estar recogida en forma de ADN o ARN. La de las bacterias, como suelen ser de mayor tamaño y complejidad, suele ser mayor que el virus, pero, como hemos visto, existen excepciones.
Esquema de bacteria
Los virus eran esos pequeños capullines que solo pueden reproducirse parasitando otras células. ¿Recuerdan? Las bacterias son células muy sencillas si las comparamos con los eucariotas, ya que no tienen núcleo ni orgánulos celulares. Creo recordar que las comparé en su día con un huevo frito sin yema para que entendieran la diferencia entre eucariotas y procariotas. ¿Me equivoco, mis ciegos?
Ahora que hemos refrescado la memoria sobre conceptos clave, podemos entender mejor el asombroso tamaño del descubrimiento del señor Robotham, cuya confusión es lógica en las dimensiones en que se mueven los microrganismos. Trasladarlo a nuestra estatura habría sido como confundir jirafas con elefantes. Por cierto, creo que no era yo la que me encontraba inmersa en una partida de Jumanji esquivando mosquitos gigantes. Es la casa real. Pero son los elefantes las maravillosas criaturas que perdieron la partida. 

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