martes, 20 de diciembre de 2011

Sangre caliente

Después de pasarme las últimas secciones hablando de muerte, ahora no cambio mucho de tema. No quiero que me tomen por sádica, de veras. Pero dentro del amplio espectro de temas biológicos que podía tocar para esta semana, no sé por qué, me interesó la sangre. Sí, la sangre. Cualquiera que haya pasado el parvulario con un mínimo de atención a la profesora, sabrá que hay animales de sangre fría y animales de sangre caliente. Nos ponen siempre el ejemplo de los lagartos. Se ponen al sol y hala, ya tienen el calor suficiente para las reacciones bioquímicas de todo el día. Pero entonces, si es tan fácil obtener una temperatura adecuada para la vida, ¿por qué nosotros estamos siempre a 37ºC, como si nuestro termómetro interno se hubiera atascado?
Los alumnos están poco acostumbrados a preguntar a los profesores sus dudas. Aunque generalmente no las hay, ya que ni siquiera existe interés en la explicación. Pero deberíamos fomentar en los niños el hacer la pregunta incómoda: ¿por qué? “¿Por qué, señor profesor, los lagartos tienen sangre fría y nosotros sangre caliente?” Son estos momentos los que llevan al pupilo a la sorprendente conclusión de que su maestro no lo sabe todo. Señor profesor, ciego mío, escuche con atención esta sección. Vamos a explicar lo que podemos saber sobre la sangre, la fría y la caliente.
En principio podríamos asociar la sangre caliente a un ritmo de vida alto, ya que con la temperatura se aceleran todas las reacciones bioquímicas. Y es cierto, podemos estar más tiempo haciendo ejercicio que los lagartos. Tenemos mayor resistencia que los animales de sangre fría. Sin embargo, cualquier reptil podrá ganarnos en distancias cortas. Son rapidísimos. ¿Cuánto tarda una lagartija en esconderse tras una roca? En menos que canta un gallo se esfuma. Pero estará largo rato, incluso horas, recuperándose del esfuerzo. Nosotros podemos correr kilómetros (unos más que otros, claro está) y sólo sudar la camiseta. Además, podemos hacerlo de noche, cuando ellos, con su temperatura corporal dependiente del sol, estarían helados y rendidos.
Dragón de Komodo
Pero es lógico que tengamos más resistencia. Tenemos que estar constantemente buscando comida para nuestro cuerpo de sangre caliente con su acelerado ritmo de reacciones metabólicas. De hecho, un mamífero come en un día lo que un reptil en un mes. No obstante, ellos, con su tranquilo ritmo de vida, viven más años y tienen más hijos. ¿Conocen al gran dragón de Komodo? Un lagarto de 2 metros que vive nada menos que 30 años de media. Si hubo alguno que, como yo, nació en el 89, le quedan la friolera de 8 años de vida, casi nada. Cuando yo encuentre un trabajo bien remunerado, más o menos, el dragoncito se irá a criar malvas.
Espera un momento, hay algo que no me cuadra. Tienen que buscar menos comida, viven más años, tienen más hijos, ¿y nosotros solo podemos vagabundear por ahí de noche? Pues menuda porquería, mejor me hago reptil y a la porra. Tanto ir al súper no me sale rentable. ¿Por qué la evolución benefició a los de sangre caliente? ¿Por qué hay entonces tanto mamífero y ave con vida estresada por dar de comer a sus pocas crías? Tenemos alguna que otra ventaja añadida, todo sea dicho. Al tener una mayor resistencia podemos caminar kilómetros y kilómetros (véase la caminata del Pino) sin grandes esfuerzos. Esto nos lleva a una expansión del nicho. Si la comida escasea en un lado, nos buscamos otro. Y no tenemos problema si el lugar del almuerzo y el de reposo están algo lejanos, podemos recorrer la distancia cada día sin morir de agotamiento.
Otra considerable ventaja de la sangre caliente, aunque no generalizada en la especie humana, es una mayor capacidad intelectual. Bueno, corrijo, cerebros mayores. Y esta cualidad no viene unida, en muchos casos, a una inteligencia o ingenio superiores (como ya vimos hace algunas semanas). Es una consecuencia lógica. Si los seres de sangre fría necesitan menos recursos que los de sangre caliente, estos últimos destinarán más combustible al cerebro que los otros. Si comes más, tienes más para gastar en ese olvidado órgano bajo el cráneo. En el caso de los humanos (repito, estoy convencida de que no todos, véase algunos profesores de mi facultad), en general destinamos alrededor de un 20% de nuestros recursos al cerebro.
Y a todo esto, ¿por qué sangre caliente? Tenemos un ritmo acelerado, vale. Podemos correr como locos por ahí, día y noche, buscando alimento, vale. Tenemos cerebros más grandotes, vale. Pero… ¿De dónde viene la sangre caliente? ¿De dónde sale esa temperatura? Pues, aunque no se lo crean, quizá la sangre caliente sea un simple efecto secundario. Un efecto que luego se aprovechó, evidentemente. Pero secundario al fin y al cabo. Los órganos de los animales de sangre caliente están turbocargados. ¿Cómo? Turbocargados. Esto quiere decir que tienen muchas mitocondrias, que son las centrales energéticas de las células. Se tienen tantas para mejorar el rendimiento. Las mitocondrias necesitan oxígeno para realizar la respiración celular, que es el proceso que da energía a la célula. Estas reacciones químicas generan calor. ¡Bingo! Ya tenemos de dónde sale tanta temperatura: de las reacciones que tienen lugar dentro de las mitocondrias, las cuales mejoran el rendimiento del animal.
Empezamos hablando sobre la necesidad de plantearnos cuestiones, el por qué de las cosas. Y aquí me parece a mí que falta alguno. ¿Por qué demonios hay tanta mitocondria en las células de los animales de sangre caliente? Para responder a esta pregunta debemos remontarnos muuuy atrás, algunos cientos de millones de años atrás. Y lo haremos, cómo no, en la próxima sección de Biología para mis ciegos.

2 comentarios:

  1. Vuelvo a recurrir a "Los diez grandes inventos de la evolución" de Nick Lane (libro que recomiendo) para este artículo.

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